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menudo contribuye a la hipotensión por varios mecanismos, como

el aumento de la presión intratorácica, la disminución del retorno

venoso y del gasto cardíaco.

Hipoventilación aguda

Una mujer obesa de mediana edad va a ser sometida a una cole­

cistectomía laparoscópica. Tras la inducción rutinaria e intuba-

ción orotraqueal, se inicia una anestesia de bajo flujo y el

respirador se ajusta para un volumen corriente de 700ml con un

ritmo de 10 rpm (el volumen corriente espirado se cuantifica en

560ml). Diez minutos tras la inducción, la Pco

2

es de 35 mmHg

y la presión pico respiratoria, de 28 mmHg. La gasometría arte-

rial es la siguiente: pH

a

7,43, Paco

2

35 mmHg, EB 1mEq/l y

bicarbonato 22,4mEq/l. Pasada la primera media hora de inter-

vención, la presión pico respiratoria es de 48 mmHg y la Pco

2

teleespiratoria, de 49 mmHg, con un volumen corriente espirado

de 380ml. Se repite la gasometría arterial, que muestra: pH

a

7,27,

Paco

2

55 mmHg, EB 1mEq/l y bicarbonato 24,9mEq/l. En este

caso el problema principal es una marcada acidosis respiratoria,

sin acidosis metabólica, característico de un trastorno respirato-

rio agudo.

La elevación de la Paco

2

tiene dos motivos: la absorción del

gas (CO

2

) insuflado en el abdomen para la técnica quirúrgica y la

reducción de la ventilación efectiva que provoca el precisar una

presión mayor en la vía aérea para contrarrestar la distensión abdo-

minal. La discrepancia entre la Pco

2

teleespiratoria y la medida en

la gasometría es típica de esta situación y ocurre como consecuen-

cia de que la temperatura del paciente es menor que la del analiza-

dor, de la falta de tiempo real entre respiraciones que permita

alcanzar un verdadero equilibrio al final de la espiración, de la mala

distribución pulmonar fisiológica y de la pequeña pérdida que

ocurre a lo largo de las tubuladuras.

Equilibrio hidroelectrolítico

y soluciones para la reposición

de líquidos

La transfusión de concentrados de hematíes, de plaquetas, plasma

fresco congelado, factores de coagulación, cristaloides y coloides

sintéticos, así como de crioprecipitados, puede mejorar sensible-

mente el desenlace clínico en el perioperatorio y alrededor del

parto, al mejorar la oxigenación tisular o reducir el sangrado. Pero

estas transfusiones no están exentas de efectos adversos. Aunque

los concentrados de hematíes y otros hemoderivados tienen una

gran capacidad para expandir la volemia, no se van a tratar en este

capítulo (v. cap. 45).

La Sociedad Americana de Anestesia y los Servicios de la

Cruz Roja Americana han desarrollado durante la pasada década

grupos de trabajo y recomendaciones sobre la terapia con hemo-

derivados, con el objetivo de desarrollar unas guías clínicas basadas

en la evidencia para el uso adecuado de hematíes, plaquetas, plasma

fresco congelado y crioprecipitados en el perioperatorio y peri-

parto. La siguiente sección se concentra en las recomendaciones

para el uso únicamente de cristaloides, coloides y soluciones hiper-

tónicas en las situaciones quirúrgicas y obstétricas más habituales

( tabla 44-20

). La información sobre lactantes, niños y situaciones

clínicas especiales, se pueden encontrar en otras secciones de este

libro (v.

cap. 72).

Equilibrio hidroelectrolítico

durante la cirugía y el shock

Los cambios fisiológicos que ocurren durante la cirugía y la anes-

tesia modifican el equilibrio hidroelectrolítico; por ejemplo, las

anestesias epidural, espinal y caudal, pueden producir distintos

grados de bloqueo simpático (v. cap. 41). Los pacientes jóvenes y

bien hidratados pueden tolerar una simpatectomía, pero aquellos

de más edad, con deshidratación grave o en tratamiento con

antihipertensivos o diuréticos, pueden tener serias dificultades a

la hora de contrarrestar sus efectos. Es habitual infundir hasta un

litro de líquido intravenoso antes de la administración de una

anestesia espinal, o mantener una infusión continua simultánea

a la inducción de la anestesia epidural; así mismo, puede ser

necesario el uso de vasopresores, como la efedrina o la fenile-

frina, para contrarrestar los efectos hemodinámicos del bloqueo

simpático.

Aunque los agentes inhalatorios no afectan directamente a

las pérdidas de líquidos, en general todos los agentes anestésicos

pueden debilitar la respuesta fisiológica normal ante la hipovole-

mia y las situaciones de estrés. La respuesta de estrés ante la cirugía

implica un aumento en la secreción de ADH, que puede resultar

bloqueada por los anestésicos. A esto se añaden los distintos efectos

que sobre el miocardio, el retorno venoso, la presión arterial y los

vasos sanguíneos, puedan tener los agentes anestésicos intraveno-

sos e inhalados y el hecho de que la ventilación mecánica puede

reducir la secreción de factor natriurético atrial y aumentar la de

ADH, provocando así una retención de sodio y líquidos.

La simple reposición del volumen sanguíneo puede no ser

suficiente para garantizar la supervivencia. A la pérdida de sangre

se puede añadir una pérdida significativa en forma de tercer

espacio que consiste básicamente en una cantidad de líquido

difícil de calcular, que no contribuye al volumen intravascular,

ni a la oxigenación de tejidos o a la eliminación de desechos. Los

pacientes sometidos a cirugía mayor precisan de un aporte de

líquidos más allá de lo marcado por esas pérdidas sanguíneas. Es

en esta valoración donde el anestesista juega un papel funda-

mental, administrando los líquidos más adecuados durante los

periodos intra y postoperatorio. Incluso tras la recuperación del

gasto cardíaco, cuando la macrocirculación se ha reestablecido,

puede seguir existiendo isquemia a nivel de las células hepáticas

y del tracto gastrointestinal por el edema que colapsa la red

capila

r 86

.

Ya hemos revisado el controvertido tema de la cantidad y

momento de administración del líquido necesario para la resuci-

tación en las hemorragias no controladas. En 52 ensayos con ani-

males, la resucitación con reposición de líquidos parece que redujo

el riesgo de mortalidad en los modelos con hemorragia masiva,

pero aumentó el riesgo en aquellos con hemorragias menos graves.

La resucitación hipotensiva, en cualquiera de los casos, redujo el

riesgo de muert

e 87

.

Shock

El estado de shock se define como una disfunción de los procesos

intracelulares derivada de la falta de energía disponible (v.

cap. 62).

Esta falta de energía es consecuencia de una deficiente oxigenación

tisular que desemboca en una incapacidad para mantener la respi­

ración celular normal. Aunque el shock es, por tanto, un problema

celular, su tratamiento se dirige a restaurar el aporte de oxígeno a

los tejidos.

Fisiología hidroelectrolítica intravascular

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Sección III

Control de la anestesia

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