Table of Contents Table of Contents
Previous Page  1774 / 2894 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 1774 / 2894 Next Page
Page Background

La disección de aorta, asociada o no a formación de aneuris-

mas, se ha clasificado de forma parecida en función de la extensión

de la afectación aórtica. La clasificaciónmás empleada, propuesta por

DeBakey y cols., define la disección de aorta en tipos I, II y III

( fig. 52-10 )

. Los aneurismas de tipo I comienzan en la aorta ascen-

dente y afectan a la totalidad de la aorta. Estas lesiones se suelen

reparar mediante un abordaje en dos etapas, de forma que la primera

intervención se realiza sobre la aorta ascendente y el cayado aórtico,

y la segunda en la aorta torácica descendente. Los aneurismas de tipo

II están confinados a la aorta ascendente. Tanto en el tipo I como en

el II hay afectación de la válvula aórtica con insuficiencia aórtica, y

en ocasiones se afectan también los orígenes de las arterias corona-

rias. Los aneurismas de tipo III se inician inmediatamente distales a

la arteria subclavia izquierda y se extienden hacia el diafragma (tipo

IIIA) o a la bifurcación aortoilíaca (tipo IIIB). Otra clasificación muy

empleada para la disección aórtica es la de Stanford. En esta clasifi-

cación, más simplificada, se divide la disección aórtica en aquélla que

afecta a la aorta ascendente (tipo A de Stanford) y la que no la afecta

(tipo B de Stanford). La disección aórtica se puede clasificar también

en función de la duración, de manera que las agudas tienen menos

de 2 semanas de evolución, mientras que las crónicas son las que

llevan más de 2 semanas. Esta clasificación tiene implicaciones nota-

bles de cara a la mortalidad, que es muy superior en la fase aguda.

La disección aórtica aguda que afecta a la aorta ascendente

(tipos I y II de DeBakey y tipo A de Stanford) constituye una emer-

gencia quirúrgica que exige una reparación quirúrgica cardíaca

inmediata (v

. cap. 50 ) 173

. Las disecciones agudas que afectan a la

aorta descendente (tipo III de DeBakey y tipo B de Stanford) suelen

tratarse de forma conservadora (es decir, controlando la presión

arterial, la frecuencia cardíaca y el dolor), porque no se ha demos-

trado que la reparación quirúrgica aporte beneficios sobre los tra-

tamientos médicos o intervencionistas en pacientes estable

s 174

. En

determinados casos puede ser necesaria una cirugía precoz, como

en la formación de aneurismas, una rotura inminente, isquemia de

órganos o de la pierna y una respuesta inadecuada al tratamiento

médico. En el 20-40% de los pacientes con una disección aórtica

crónica se desarrollará una dilatación aneurismática significativa de

la aorta torácica descendente o toracoabdomina

l 175

.

Morbilidad y mortalidad

A pesar de los formidables adelantos en las técnicas quirúrgicas y

anestésicas, los índices de complicaciones y de mortalidad de la

reparación abierta de los AAT siguen siendo elevados. Los pacien-

tes que van a someterse a una sustitución de la totalidad de la aorta

toracoabdominal (extensión de tipo II de Crawford) son los que

presentan el máximo riesgo perioperatori

o 176 .

La mortalidad con-

temporánea en series a gran escala oscila entre el 5 y el 14

% 176-179 .

La mortalidad puede ser considerablemente mayor a escala estatal

y nacional (un 20% aproximadamente

) 180,181 .

La mortalidad perio-

peratoria puede infravalorar en gran medida el riesgo asociado a

la reparación del AAT. En una serie a gran escala realizada en todo

el estado, la mortalidad de la reparación programada del AAT fue

del 19% a los 30 días y del 31% al añ

o 181 .

La incidencia de paraplejía o paraparesia en pacientes que se

someten a la reparación quirúrgica de un AAT oscila según las

publicaciones entre el 3,8 y el 40%, según factores como la localiza-

ción anatómica, la duración del pinzamiento, la aplicación de de

medidas protectoras, el grado de disección y la rotura o no del

aneurism

a 168,176-179,182 .

La reparación de un AAT con una disección

amplia es la que conlleva el riesgo más elevado de deficiencias neu-

rológicas. En un estudio contemporáneo sobre 210 reparaciones

abiertas consecutivas de AAT se describieron tres casos de paraple-

jía y dos con paraparesia temporal con una incidencia global de

deficiencias neurológicas del 2,4% (1,4% permanentes

) 183

. La insu-

ficiencia renal se describe en el 3-30% de los pacientes, según los

mismos factores descritos anteriorment

e 176,184,185 .

En conjunto,

aproximadamente un 6% de los pacientes necesita diálisis postope-

ratoria después de la reparación de un AAT, lo cual se asocia a una

mortalidad elevada (30-60%

) 185,186 .

En el 7% de los pacientes se

producen complicaciones digestiva

s 187,188 ,

lo cual se asocia a una

mortalidad próxima al 40

% 178

. No resulta sorprendente que las com-

plicaciones pulmonares sean el problema más frecuente tras la repa-

ración de un AAT. La incidencia de insuficiencia pulmonar

postoperatoria se aproxima al 50

% 183,189

y entre un 8 y un 14% de

los pacientes precisa de una traqueostomí

a 179,189 .

Al igual que sucede

con el resto de intervenciones quirúrgicas vasculares, las complica-

ciones cardíacas son frecuentes y se consideran la primera causa de

mortalidad perioperatoria. En general, los índices de mortalidad

perioperatoria y de complicaciones mayores después de la sustitu-

ción aislada abierta de la aorta torácica descendente son inferiores

a las descritas para la reparación de los AA

T 190

.

Preparación y monitorización preoperatoria

La reparación quirúrgica abierta de un AAT exige una valoración y

una planificación preoperatoria extensa. La valoración y el tratamiento

de las enfermedades pulmonares y cardíacas concomitantes ya se han

comentado anteriormente en este mismo capítulo. Días antes de la

cirugía, el anestesista y el cirujano vascular deberían comentar, como

mínimo, los temas siguientes: extensión del aneurisma y técnica de la

reparación quirúrgica, planes para la perfusión aórtica distal, monito-

rización de la isquemia medular, protección renal y medular, moni­

torización hemodinámica y estrategia de ventilación.

Las pérdidas de sangre durante la reparación de un AAT

puede ser muy importantes y no debería infravalorarse la necesi-

dad de transfusiones masivas. Yo suelo tener preparadas 15 unida-

des de concentrados de hematíes y 15 unidades de plasma fresco

congelado, disponibles de forma inmediata en el quirófano, aparte

de tener reservadas más unidades en caso de precisarse. Normal-

mente utilizo un frigorífico grande para almacenar los hemoderi-

vados con hielo en el quirófano, lo que permite devolverlos al banco

de sangre si no se emplean. También deberían tenerse reservadas

varias unidades de plaquetas. Un técnico de cuidados intensivos

puede resultar de gran ayuda para valorar las analíticas y solicitar

productos del banco de sangre.

Es evidente la importancia de un acceso intravenoso de gran

calibre, sobre todo si se planifica una derivación parcial (a diferencia

de la derivación completa), dado que al perfusionista le resulta difícil

o imposible administrar líquidos o hemoderivados en el circuito

de derivación parcial cerrado. Se pueden insertar tres catéteres de

8,5 Fr en las venas yugular interna y antecubitales. A través de uno

de ellos podría introducirse un catéter de arteria pulmonar y los otros

dos se conectan con un sistema de infusión rápida (RIS, Haemone-

tics, Braintree, MA). Este sistema permite administrar hasta 1.500ml/

min de hemoderivados a 37-38°C de temperatura. Para los aneuris-

mas que afectan a la aorta torácica descendente proximal se emplea

un catéter en la arteria radial derecha, ya que en ocasiones la pinza

se coloca proximal a la arteria subclavia izquierda, obstruyendo de

este modo el flujo hacia la extremidad superior izquierda. Cuando

se emplean técnicas de perfusión aórtica distal, yo monitorizo la

presión arterial distal a las pinzas. Esto puede lograrse colocando un

catéter en la arteria femoral derecha o bien el equipo quirúrgico

podrá colocar el catéter de forma directa en la arteria femoral o la

aorta distal. Este catéter monitoriza la presión de perfusión renal,

medular y de la circulación mesentérica durante el tiempo en que

están colocadas las pinzas en la parte superior de la aorta descen-

dente y la región distal del cuerpo esté perfundida por un circuito

1774

Anestesia por subespecialidades en el adulto

IV