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embargo, el uso simultáneo de propofol e infusiones de remifenta-

nilo durante la AM determinó una mayor incidencia de desatura-

ciones episódicas de oxígeno (30 frente a 0%), en comparación con

los que recibieron pequeñas emboladas intermitentes de remifen-

tanilo. Cuando se administró a pacientes que respiraban de forma

espontánea combinado con propofol, el remifentanilo no aportó

ventajas en comparación con el propofol sol

o 407 .

En un estudio de

comparación directa entre las infusiones de remifentanilo y pro-

pofol tras premedicación con midazolam (2mg i.v.), con remifen-

tanilo se observó un menor nivel de sedación y un mayor grado de

depresión respiratori

a 408 .

Dado el aumento del riesgo de depresión respiratoria cuando

se combinan analgésicos opioides potentes con sedantes-hipnóticos,

se ha valorado una serie de analgésicos no opioides para la MA

C 391 .

El ketorolaco se ha empleado como suplemento analgésico para la

sedación con propofol durante la anestesia local. El uso de ketorolaco

se asoció a una menor incidencia de prurito, náuseas y vómitos

comparado con el fentanil

o 126,409,410 .

Sin embargo, los pacientes trata-

dos con ketorolaco necesitaron dosis intraoperatorias más altas de

propofol y más analgesia con opioides complementari

a 126,391

. Las

dosis bajas de ketamina (0,25-0,5mg/kg) combinadas con midazo-

lam o propofol se han empleado también en pacientes ambulatorios

sometidos a intervenciones de cirugía estética con anestesia

loca

l 226,411,412 .

La ketamina aporta ventajas tanto sobre los analgésicos

opioides como sobre los AINE, porque produce menos depresión

ventilatoria y NVPO que los opioides y consigue una analgesia

intraoperatoria más eficaz que los AIN

E 413

. Las dosis bajas de mida-

zolam y propofol permiten atenuar las reacciones psicomiméticas

secundarias a ketamin

a 229,411,412,414,415 .

Los agonistas

a

2

clonidina y dexmedetomidina reducen el

flujo simpático central y se ha demostrado que producen ansiólisis

y sedación. Kumar y cols

. 416

demostraron que la clonidina oral

(300

m

g) conseguía una ansiólisis eficaz en ancianos sometidos a

cirugía oftalmológica con anestesia local, al tiempo que reducía la

incidencia de hipertensión y taquicardia intraoperatoria. La dex-

medetomidina (1

m

g/kg i.v.) redujo de forma significativa los

niveles de ansiedad y las necesidades de analgésicos complemen-

tarios cuando se administró antes de la anestesia regional intra­

venosa en la cirugía de la man

o 417 .

Cuando compararon la

dexmedetomidina con el midazolam como sedante, Aho y cols

. 418

observaron una recuperación más rápida de la sedación cuando se

administraba un fármaco antagonista

a

2

específico como el atipa-

mezol para revertir la dexmedetomidina. Sin embargo, la acción y

recuperación más lenta de la sedación inducida por dexmedetomi-

dina y la aparición de bradicardia han limitado su uso para la AM

ambulatori

a 417–419

.

Facilitación del proceso

de recuperación

Monitorización cerebral

Se sigue discutiendo la importancia de monitorizar el nivel de

consciencia durante la anestesia general en pacientes ambulatorios

(v. cap. 29

) 420 .

La monitorización de las constantes vitales del

paciente sigue siendo el método más útil para valorar la «profun-

didad» de la anestesia durante la cirugía. Aunque la utilidad de la

monitorización cerebral como complemento para monitorizar las

respuestas autónomas frente a los estímulos quirúrgicos nocivos

sigue siendo limitada, varios estudios han descrito que el uso de la

monitorización cerebral permite conseguir una recuperación

precoz tras la anestesia general en pacientes ambulatorios porque

se reduce la «sobredosificación» y la «infradosificación» de anesté-

sicos intravenosos (p. ej., propofol) e inhalatorios (p. ej., sevoflu-

rano y desflurano) durante el período de mantenimiento

421–425

. Un

metaanálisis ha confirmado que la dosificación más precisa de los

anestésicos inhalatorios e intravenosos durante la cirugía ambula-

toria redujo de forma significativa el consumo de anestésicos, la

incidencia de NVPO y el tiempo en la sala de recuperació

n 426 .

Se han valorado distintos algoritmos basados en el electro-

encefalograma (EEG) para tratar de mejorar la correlación entre

los índices obtenidos con EEG, las concentraciones de fármacos

anestésicos y los signos clínicos de la profundidad de la anestesi

a 427 .

El índice biespectral (IBE), el índice de situación física (ISF), la

entropía espectral y de respuesta, el índice de potenciales evocados

auditivos (IPEA) y el índice de estado cerebral (IEC) son las varia-

bles derivadas del EEG procesadas que se han utilizado para cuan-

tificar los efectos sedantes e hipnóticos de los fármacos anestésicos

en el sistema nervioso central (SNC

) 426 .

Los valores del IBE, el ISF

y el IEC son números adimensionales cuyo valor oscila entre 0 y

100, de tal forma que los valores inferiores a 60 se asocian a una

hipnosis «adecuada» con anestesia general y los valores son supe-

riores a 75 durante el despertar de la anestesi

a 428 .

A diferencia de

los potenciales que mide el IBE, el ISF y el IEC, los monitores de

PEA utilizan las respuestas de los potenciales evocados auditivos

de latencia media (PEALM) para valorar los efectos depresores de

los fármacos anestésicos sobre el SNC. Los estudios sugieren que

el índice de PEA cambia de forma constante y dependiente de la

dosis cuando se administran sedantes-hipnóticos y anestésicos

volátiles, pero no con analgésicos opioide

s 428,429 .

A pesar de la introducción de estos dispositivos de monito-

rización cerebral, no se dispone todavía de un «patrón de referen-

cia» aceptado de forma universal para medir la profundidad de la

anestesia. Para que un monitor tenga la máxima utilidad clínica,

debería mostrar una intensa correlación entre la variable obser-

vada (índice) y el estado de consciencia del paciente y las respuestas

fisiológicas (p. ej., presión arterial, frecuencia cardíaca, concentra-

ciones de catecolaminas) frente a un estímulo nocivo durante la

cirugía independientemente de la técnica anestésica y con una

mínima variabilidad entre los pacientes. Por ejemplo, el IEC no

consiguió predecir de forma fiable las respuestas autónomas o

somáticas frente a los estímulos quirúrgico

s 430 .

En estudios reali-

zados sobre pacientes no paralizados, se ha demostrado que la

actividad electromiográfica interfiere con la capacidad de estos

monitores para conseguir unos valores de los índices basados en

el EEG fiables. En su editorial acerca de la monitorización cerebral,

Kalkman y Drummon

d 420

sugirieron que todos los dispositivos

disponibles en este momento presentan deficiencias para monito-

rizar la «profundidad de la anestesia». Esto no resulta sorpren-

dente, ya que estos dispositivos de monitorización sólo miden el

componente hipnótico de la anestesia.

Los índices descritos con los monitores cerebrales suelen ser

más bajos (lo que indicaría niveles «más profundos» de sedación-

hipnosis) en pacientes con prácticas convencionales de monitori-

zación que en pacientes con monitorización cerebra

l 424,428,431 .

Estos

datos sugieren que los pacientes se mantienen con un nivel «más

ligero» de anestesia (o hipnosis) cuando el anestesiólogo tiene

acceso a la información que aportan algunos de estos dispositivos

de monitorización cerebral. La información aportada por el

monitor cerebral condiciona el uso por parte del anestesiólogo no

sólo de los anestésicos volátiles, sino también de los analgésicos

opioides y los fármacos simpaticolíticos durante el período de

mantenimiento. Como consecuencia de sus efectos ahorradores

de anestésicos y/o analgésicos, los pacientes monitorizados pueden

conseguir antes los criterios secundarios de recuperación (es decir,

la elegibilidad para el alta rápida) y cumplen antes los criterios de

Anestesia en el paciente ambulatorio

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Sección IV

Anestesia por subespecialidades en el adulto

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